Sal, azúcar y grasas. Un tradicional exceso de estos componentes ha situado a la denominada «comida rápida» como un tipo de alimento poco saludable. No en vano, son muy numerosos los estudios que asocian una mayor incidencia de obesidad con su consumo. Esto, a su vez, conlleva un mayor riesgo de padecer enfermedades, como las cardiovasculares o la diabetes.
Por si el panorama no fuera lo suficientemente adverso, ahora hay que añadir los ftalatos como nuevo factor perjudicial a tener en cuenta cuando nos decantemos por esta opción para alimentarnos.
Y es que, un estudio llevado a cabo en la Escuela de Salud Pública del Instituto Milken en Washington (EE.UU.) muestra la elevada presencia de estos compuestos químicos en la comida rápida.
De forma casi irónica –como si estos platos no contuvieran per se suficientes elementos dañinos–, los ftalatos, presentes en los plásticos, pasan a los alimentos por causa de los materiales con los que se empaquetan.
¿Qué son los ftalatos?
Los ésteres de ácido ftálico –su nombre completo– tienen un empleo muy extendido como plastificadores, esto es, se añaden a los plásticos para incrementar su flexibilidad. Y están presentes en muchos y muy diversos productos: desde pesticidas hasta esmaltes para uñas, perfumes y juguetes.
Aunque no todos son tóxicos, algunos de los ftalatos han sido prohibidos para uso por considerarse potenciales carcinógenos o por sus efectos sobre el medio ambiente. De hecho, el Congreso de los Estados Unidos vetó su uso en juguetes infantiles en 2008.
El gran problema de estos compuestos reside en que los efectos de la exposición son muy prolongados, permaneciendo en nuestro organismo y pasando desapercibidos.
De hecho, una investigación publicada en la revista ‘Environmental Health Perspectives’ mostró que los participantes que consumían comida rápida con más frecuencia –de entre cerca de 9.000 personas–, mostraban una presencia de ftalatos hasta un 40% superior que el resto.