Alimentos caducados tras las vacaciones: ¿se pueden consumir?

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Acabamos de tener noticias de una intoxicación masiva de escolares, en Guatemala, debido al consumo de alimentos caducados. En este mismo sentido, una reciente aplicación móvil, Chowberry, ha cambiado el modo en el que las ONG controlan la caducidad de los alimentos en África. Por último, se calcula que los europeos tiramos 179 kilos de comida al año, normalmente por desorientación ante la información que aportan las fechas de caducidad y el miedo a los alimentos caducados.

Un total de 110 menores de edad y 2 adultos fueron trasladados esta semana a varios hospitales de Guatemala después de sufrir una intoxicación alimentaria ocasionada por alimentos caducados. Un desastre que podía haberse evitado con una correcta interpretación para determinar si su consumo era viable o ya no.

Precisamente gracias a la app Chowberry, los voluntarios de las ONG que operan en África pueden detectar qué alimentos se acercan a su fecha de caducidad en las tiendas cercanas, y pueden comprarlos a un precio reducido y distribuirlos a gente que, de otro modo, es posible que no tenga suficiente para comer.

Alimentos caducados

Volvemos de las vacaciones el día antes de volver al trabajo, y lo hacemos tarde, pensando en que ya cenaremos en casa de lo que haya en la nevera, lo que dejamos antes de marcharnos. Pero el caso es que abrimos el frigorífico y no todos los productos han resistido igual. Cuando estamos dispuestos a prepararnos un filete, leemos en la etiqueta que hace unos días que ha caducado. ¿Qué hacer, cocinarlo confiando en que el calor mate a los microorganismos que hayan podido proliferar o tirarlo a la basura?

Se calcula que cada europeo tira 179 kilos de alimentos al año y que la Unión Europea estima que el 40% de este derroche se realiza en los hogares –lo que significa que se desperdician anualmente en la UE más de 90 millones de toneladas de comida–, tal vez mejor intentar cocinarlo. En especial teniendo en cuenta que 7,7 millones se tiran en España por diferentes motivos, entre ellos la errónea valoración de la caducidad de un elemento.

Es evidente que nos exponemos a riesgos si el alimento se ha deteriorado. ¿Hay algún modo de ponderar este riesgo? Si leemos el etiquetado, nos encontraremos con una fecha, que bien puede indicar cuándo caduca el alimento o bien cuál es el momento de consumo preferente, dos conceptos distintos que nos ayudarán a ponderar qué hacer pero que no debemos confundir. La fecha de caducidad indica que se desaconseja su consumo; la de consumo preferente, nos habla de la calidad, pero no de la seguridad alimentaria. Que aparezca una u otra depende del tipo de alimento y puede determinar si su consumo es viable o ya no.

Caducidad y consumo preferente

Por regla general, los consumidores estamos bastante desorientados en este asuntos. Las fechas de caducidad y de consumo preferente nos traspasan a nosotros en buena medida la responsabilidad de decidir si consumimos o no el alimento sospechoso una vez traspasada la fecha indicada en la etiqueta. Esto a pesar de que el fabricante está obligado a garantizar la sanidad de sus productos mediante estudios científicos y controles periódicos, que le dicen en condiciones normales cuánto aguantará un alimento en perfecto estado.

Según los resultados del Barómetro del Clima de Confianza del Sector Agroalimentario, realizado en 2012 por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA), en España un 59,2% de los ciudadanos tira los productos que cumplen con la fecha de caducidad, mientras que un 20,7% los consume si no ha pasado mucho tiempo. El 19,5% restante opta por consumirlo o tirarlo en función del tipo de producto. Es decir que como consumidores estos datos reflejan nuestra desorientación.

Para tomar la decisión de tirar o consumir un producto entrado en fechas, lo primero es conocer qué significan las fechas con exactitud. La fecha de caducidad indica hasta cuándo un alimento deja de ser seguro para el consumo alimentario. Pese a las declaraciones y decisiones políticas ya citadas, esta fecha no es nada arbitrario que se decida a lo loco. Con la ley en la mano, y bajo criterios científicos y estudios rigurosos, a partir de la fecha de caducidad el alimento no es apto para el consumo humano y puede provocar intoxicaciones alimentarias. Si así nos sucede, no podremos echar la culpa al fabricante.

Si mantiene sus cualidades

La fecha de consumo preferente, en cambio, nos indica hasta qué momento el alimento mantiene todas las cualidades de olor, sabor y textura intactas. Esta fecha no tiene nada que ver con la seguridad alimentaria y solemos encontrarla en alimentos como el aceite, los cereales, las sopas y purés o las latas. Suele venir indicada con «consumir preferentemente antes del…» o «consumir preferentemente antes del fin de…» y puede ir acompañada de las condiciones de almacenamiento que deben mantenerse en casa.

En estos casos, podemos aprovechar algunos trucos caseros para aprovechar alimentos que, por ejemplo, han perdido humedad, como las magdalenas (mojarlas con leche, por ejemplo, permitirá que las consumamos aunque hayan pasado unos días de la fecha de consumo preferente). Este concepto, a diferencia del de caducidad, es mucho más flexible. No es lo mismo comerse un alimento caducado que uno pasado. En el primer caso, nos exponemos a un riesgo; en el segundo caso, no.

A pesar de las garantías que ofrece la fecha de caducidad, se relaciona el supuesto exceso de celo de algunas normativas a la hora de aplicarla con buena parte del enorme desperdicio de alimentos que se produce, especialmente en Europa, donde los límites son muy garantistas. A este respecto hay voces que piden que se elimine esta referencia y se fíe el consumo de un alimento al buen juicio del consumidor, es decir a su experiencia sensorial respecto al aspecto visual, el olor o la textura que ofrece el producto.

Sin embargo, otras voces argumentan que la fecha de caducidad es una referencia importante aunque ciertamente relativa y lo que lo que debería suceder es que la industria se replanteara los márgenes de seguridad que, en algunos casos, y con un fin preventivo, son muy altos. Así que la respuesta más sensata a la pregunta del titular sería que ante un alimento caducado, el correcto proceder será combinar lo que dice la fecha con un análisis sensorial -que aporta información relevante cuándo el alimento empieza a mostrar signos de deterioro, como un mal olor o aspecto o textura inusual- para determinar si conviene o no su consumo. Si ambas fuentes coinciden, lo tiraremos sin dudarlo.