Uno de los frutos secos más populares, a menudo presente en nuestras mesas durante el otoño e invierno son las avellanas, capaces de aumentar el perfil nutricional de cualquier comida saludable, como las ensaladas, proporcionando grandes beneficios para la salud. De ahí que sean un alimento ideal para incluir en la dieta diaria, si bien, debido a su alto valor calórico, es importante no excederse en el consumo de este fruto seco.
El significado etimológico de la palabra avellana proviene del latín (nux abellana significa «nuez de Avella») y procede de un pueblo de la provincia italiana de Avellino. Pero las avellanas proceden originariamente de Asia Menor, desde donde se extendieron al resto de los continentes asiático y europeo. En la actualidad encontramos plantaciones de avellanos en casi toda Europa, principalmente en países del área mediterránea, porque necesitan un clima templado y algo de humedad. El mayor productor de esta fruta es Turquía, seguido de Italia y España.
Avellanas, desde hace siglos
Las avellanas son un alimento apetitoso de gran valor nutricional –como sucede también con la mayoría de frutos secos y semillas–, razón por la cual están especialmente indicadas durante el embarazo y la lactancia. De hecho, su consumo se recomienda en estos casos desde hace siglos.
Para fiarnos de la sabiduría popular –nuestros antepasados conocían de manera empírica su alto contenido en proteínas y lípidos de calidad– baste conocer su elevado índice de ácido fólico, la vitamina E y otras del grupo B, sumado a su alto contenido en calcio y magnesio, además de otros minerales.
Por ello, son igualmente recomendables durante el crecimiento y en las personas sometidas a situaciones de esfuerzo físico o mental, corno los deportistas, estudiantes en época de exámenes y en general en casos de estrés, en los que existe una importante demanda de nutrientes para compensar el desgaste excesivo.
Y al igual que la mayoría de frutos secos y semillas, en la medicina tradicional china las avellanas son consideradas un corno un alimento que «tonifica la sangre y el jing del riñón», algo que resulta de mucha utilidad en todos los casos citados anteriormente, siempre y cuando se digieran bien y se puedan absorber las sustancias nutritivas que contienen.
Efectos beneficiosos
Las avellanas contienen grasas monoinsaturadas, principalmente el ácido oleico, el mismo que está presente en el aceite de oliva y el aguacate. También encontrarnos grasas poliinsaturadas, ambas tienen un efecto beneficioso sobre el sistema cardiovascular, pues disminuyen el colesterol LDL, «malo» porque se adhiere a las paredes arteriales, y aumentan el colesterol HDL, «bueno» porque ejerce un efecto limpiador y protector sobre los vasos sanguíneos.
Las proteínas, además, son de elevada calidad. Destaca la presencia de arginina, aminoácido esencial que desempeña una favorable acción cardiocirculatoria. La vitamina E, también presente en este fruto seco, tiene un efecto antioxidante de las grasas, lo cual ayuda a prevenir la formación de trombos y a mantener la elasticidad de las arterias.
Los fitoesteroles que encontrarnos en las avellanas, también contribuyen al mantenimiento de los vasos sanguíneos, manteniendo los niveles adecuados de colesterol en la sangre.
Y lo mejor de todo es que las avellanas son unos frutos secos muy versátiles que pueden consumirse solos o combinados con otros alimentos, de diversas formas: aperitivos, postres, ensaladas, arroces, bebidas vegetales, helados, o bien formando parte de muchas salsas y cremas, corno la famosa crema de cacao con avellanas que a tantos niños ha servido de merienda desde hace años.
Consumir con cáscara
Como sucede con todos los frutos secos, la mejor forma de conservar las avellanas es con su cáscara, aunque a veces resulta más práctico comprarlas ya descascarilladas. En este caso deberán estar protegidas en un envase cerrado y una vez abierto, es aconsejable guardarlas en el frigorífico, preferiblemente en tarros de cristal.
De este modo evitaremos al máximo la oxidación de sus grasas y de la vitamina E, ya que con ello se perdería su valor nutricional y además dejarían de ser un alimento recomendable, corno ocurre con cualquier comida rancia.
Respecto a si es mejor comerlas crudas o tostadas, hay pros y contras en cada caso. Crudas conservan mejor sus nutrientes. Tostadas a temperaturas poco elevadas para no estropear sus grasas, se potencian sus cualidades organolépticas, lo cual es algo a tener en cuenta para la cocina, según el plato que se vaya a preparar. Tostadas y peladas, aunque se pierden algunos nutrientes, son más fáciles de digerir, cosa que las hace más adecuadas para personas con debilidad digestiva. Otra opción para hacerlas más digeribles, es dejarlas en remojo durante 12 horas.
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