La malnutrición es una enfermedad resultante de una alimentación inadecuada. Y puede presentarse en forma de obesidad o también de desnutrición. Si bien desde diferentes ámbitos, políticos, económicos y sanitarios, la obesidad está recibiendo una gran atención, la desnutrición suele pasar por alto, aun siendo una de las causas más frecuentes de las complicaciones en la evolución clínica de diferentes enfermedades agudas y crónicas. Y la desnutrición de nuestros mayores es cada vez más frecuente y un factor detonante es la soledad.
Con el progresivo envejecimiento de la población, la desnutrición es una de las razones más habituales de discapacidad de la población sénior que vive en su domicilio o en instituciones. Según la Sociedad Española de Nutrición Parental y Enteral (SENPE), uno de cada cuatro pacientes hospitalizados padece desnutrición, generalmente personas mayores, con patologías respiratorias, cardiovasculares o de tipo oncológico.
Solemos asociar la desnutrición a la falta de alimentos, pero no tiene por qué ser así. No se trata de la cantidad de comida que se ingiere sino de la calidad nutricional de estos alimentos y de si son los indicados para cada persona, en función de sus necesidades.
En ocasiones, las necesidades nutricionales específicas de los mayores están en conflicto con la capacidad para ingerir y asimilar los nutrientes que necesitan. Por lo que, para evitar la desnutrición hay que ver los factores que pueden llevar al riesgo nutricional, saber qué nutrientes son necesarios para las personas mayores y cómo mejorar su alimentación.
Riesgo nutricional en nuestros mayores
Determinadas situaciones diarias pueden favorecer la malnutrición. En especial, en personas mayores o con dependencia, debido a que no se alimenten de manera correcta o no asimilen bien los nutrientes. Esto ocurre en casos como:
- Soledad.
- Enfermedad aguda.
- Suma de enfermedades crónicas (pluripatología).
- Enfermedad degenerativa que afecta a nivel cognitivo.
- Dificultad para masticar.
- Dificultad para deglutir (disfagia).
- Síndrome de boca seca (xerostomía).
- Pérdida progresiva del apetito.
- Dieta sin control profesional.
Nutrientes de relevancia en los adultos
Cuando nos hacemos mayores, debido a los cambios físicos y psíquicos, a las necesidades nutricionales habituales hay que sumarle otras específicas. Las proteínas son más difíciles de asimilar durante la digestión, por lo que se debería aumentar su ingesta. Otros nutrientes que hay que tener en cuenta son:
- Ácidos grasos Omega3. Los encontramos en el pescado y están muy recomendados por su efecto antiinflamatorio y reductor del colesterol.
- Vitamina D. Esta vitamina se obtiene del sol a través de la piel, sin embargo, a medida que nos hacemos mayores perdemos la capacidad de síntesis. Se puede obtener de alimentos como el huevo, la leche entera y pescado azul, aunque debido a lo habitual de su déficit, algunos médicos recomiendan ingerir algún suplemento vitamínico o vitamina D en forma de viales.
- Calcio. Debido a la toma de ciertos medicamentos los niveles de calcio pueden disminuir. Será necesario prestar atención a este mineral tan necesario para mantener la buena salud de los huesos.
- Vitaminas del grupo B. Muy necesarias para diferentes funciones del organismo y, en especial, con las relacionadas con el sistema nervioso y la actividad cerebral. Además, según cumplimos años estas vitaminas son también más difíciles de absorber a través del intestino. Tomar alimentos ricos en vitamina B como verduras de hoja verde, carne magra, cereales integrales y fruta, será una buena manera de aumentar el aporte de esta vitamina.
Evitar la desnutrición
Además de prestar atención a cualquier posible déficit de nutrientes específicos, podemos llevar a cabo ciertas recomendaciones que la Sociedad Española de Nutrición (SEN) nos ofrece para prevenir la desnutrición en personas mayores y/o dependientes:
- Elección de los alimentos adecuados: La base será escoger productos frescos, variados y evitar los procesados.
- No suprimir ningún grupo de alimentos a no ser que haya una recomendación específica del médico.
- Ingerir proteína en cada comida principal.
- Reducir el consumo de sal y azúcar.
- Evitar el alcohol y el tabaco.
- Mantener una buena salud bucal.
- Intentar preparar platos apetecibles, tanto en sabor como en su presentación. Esto animará a comer en caso de que no se tenga demasiado apetito.
- Evitar la soledad e intentar acompañar a nuestros mayores a la hora de comer. Ello puede animarlos a comer y es una manera de prestar atención a su dieta.
- En casos de problemas de masticación y deglución, triturar la comida. Probar diferentes texturas, más líquidas o más sólidas, para que les sea fácil la deglución.
- Los alimentos texturizados siempre serán mejor recibidos que los meramente triturados. Es una manera de facilitar la deglución conservando el sabor, la textura y aspecto de cada alimento.
Y muy importante: ante cualquier duda, sospecha de desnutrición o problema específico, el médico de cabecera podrá dar unas pautas o redirigir a un nutricionista para hacer un seguimiento.